Y con falsas promesas trataron de quitarse todas las esperanzas que les acompañaban,
trataban de desilusionarse mutuamente,
sin darse cuenta de que seguían todo lo contrario.
Como fugitivos se ocultaban a la luz de la luna para mantenerse en el anonimato,
para pasar desapercibidos.
Lo que no sabían era que irradiaban tanta felicidad y tanta luz por sí solos que todos a su alrededor los veían,
aunque ellos mismos no se daban cuenta.
El uno era el refugio del otro,
el lugar donde quedarse,
donde acudir cuando había tormenta a su alrededor.
El lugar perfecto para perderse,
por todos y cada uno de los centímetros de la piel del otro,
para contar los lunares más escondidos y así formar una nueva constelación a la que llamar felicidad.
Pensaron que convenciéndose de que todo acabaría mal,
que eso no tendría un futuro;
que vivirían mejor, tan solo mirando el presente,
sin pensar en nada;
solamente existían ellos.
Por eso eran,
un amor a destiempo que ocurre en el momento más inesperado,
de la forma más rara posible y que sin quererlo rompe todos los esquemas.
Dicen que las mejores cosas son las que no se planean,
eso eran,
el plan perfecto que nadie había ideado,
una combinación rara que saca lo mejor de cada uno.
Comentarios
Publicar un comentario