Ha pasado una semana y no le he vuelto a ver, ha sido una
semana como todas las demás, con la misma rutina, día tras día, como siempre.
Todo sigue igual, aunque intenté separar la cama de la pared para que no
sonara, no sé si lo conseguí.
Hoy es uno de esos días que tanto me gustan, días lluviosos
en los que hay niebla y hace frío, estaba en la parada de autobús que hay
frente al instituto, era penúltima y tenía hora libre así que decidí irme a
casa. Vi a un chico sentado tapándose la cara y por un momento pensé que estaba
llorando, parecía triste, desolado.
-No es tan mal día para estar triste, dicen que a mal tiempo
buena cara.-dije, no es que suela hablar con extraños a los que no conozco,
pero solo quería hacer sonreír a una persona que no parecía estar bien.
-Si tú supieras…-comenzó a decir.
-Tu voz me suena familiar…-dejé la frase a medias cuando el
levantó la cabeza. Era él.
-Ah, ya veo por qué estas triste, ¿tu papito no te dejó el
coche?-le dije y reí con sarcasmo.
-No empieces pelirroja. Yo…-no le dejé terminar.
-Tengo nombre y precisamente no es
"pelirroja".-sentencié.
-¿Y cuál es?
-No te importa.
-Sí, porque quiero hablar contigo.
-Si es por precio, no te preocupes que no cobro,
gilipollas.-dije irónicamente.
-Quería pedirte disculpas…
-Faith, me llamo Faith.
-Bonito nombre.-dijo mirándome a los ojos.- Quería decirte
que siento mi comportamiento del otro día, no estaba bien y lo pagué contigo,
no debería haberlo hecho. Lo siento. Estuve pensando en ir a tu casa a pedirte
perdón, pero no sabía cómo podrías reaccionar, así que decidí que era mejor no
hacerlo.
-También fue culpa mía, no debería de haberte juzgado sin
conocerte, aunque a la vista está que eres un niño de papá o mamá, al que le
dan todo. Tu soberbia y tu gilipollez lo dicen todo, lo siento, no pongas esa
cara.-dije porque comenzaba a hacer muecas muy extrañas.- Simplemente soy
sincera, nada más…
-Noah-dijo.
-Me encanta ese nombre, pero por la película de "El
diario de Noah", es tan bonita…-dije y comencé a reír como una loca.
Llegó el autobús, nos sentamos juntos y durante el trayecto
de veinte minutos estuvimos hablando sobre las clases, nuestra infancia, el
futuro… Fueron veinte minutos que se me hicieron muy cortos, me faltaba tiempo
para hablar con él, no éramos tan diferentes al fin y al cabo. Seguimos
caminando juntos, uno al lado del otro, mirando el barrio haciendo comentarios
de las diferentes casas, de los vecinos que nos encontrábamos…
Pero esa efímera alegría apenas duró, ya que ambos se
separaron para dirigirse a sus respectivas casas, tan iguales por fuera, aunque
con historias tristes y muy diferentes por dentro.
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