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CRISTALES FRÍOS. PARTE V.

Desde aquel día, voy con Noah al instituto y vuelvo, nos hemos hecho amigos. Él no ha vuelto a sacar más el tema de los golpes, yo intento no meterme con él. Somos muy parecidos en ciertos aspectos, tenemos grandes aspiraciones, ganas de probar cosas nuevas, además aunque parezca tonto le gusta leer. El otro día le recomendé un libro, un libro que tengo en mi lista de futuros libros, trata sobre la identidad personal. Es algo que a él le vendría bien, igual que a mí. Ser uno mismo, tener el poder de decisión. Esta idea ronda en mi cabeza desde hace tiempo, pero sobre todo desde estos últimos días.
De repente empecé a escuchar  como volvían a sonar los pasos rápidos por la escalera, decididos a hacer daño, ya lo había pensado bien y decidí que tenía que poner fin a esto, ya no quería seguir así, debía enfrentarme al problema, no huir de él y dejar que poco a poco me destruya. Los pasos se detuvieron. Había llegado a la puerta. Abrió de golpe. Otra vez esa asquerosa mirada. Comenzó a adentrarse en la habitación desabrochándose el cinturón.
-Vete.
-¿Qué has dicho?-se quedó perplejo.
-Que ya no más. Se acabó.-dije al borde del llanto.
-Aquí quien decide soy yo.-dijo a la vez que levantaba el brazo derecho, pensé que era para sujetarme, pero fue su puño el que impactó en mi cara.
De repente el tiempo paró para mi, todo era confuso, no sentía sus besos en mi cuello, no sentía como me quitaba la ropa, ni como me penetraba, mi cuerpo estaba ahí, pero yo no. Todo eran luces intermitentes de diferentes colores, como cuando te despiertas y algunos rebeldes rayos se cuelan a través de los pequeños agujeros que tiene la persiana o como cuando la luz se refleja en un espejo o al tomar una fotografía el sol también quiere ser protagonista y la estropea colándose  y dejando su marca.
No sé si perdí el conocimiento o simplemente me quedé dormida. Solo sé que cuando desperté estaba atardeciendo por esos rayos tenues anaranjados que se colaban por la ventana. Escuché un ruido, me sobresaltó. Después un golpe. Era en la habitación de Noah. Me acerqué un poco más a la pared para así poder oír mejor.
-¿Te crees que puedes comprarme? ¿Crees que todos tus bienes materiales me hacen feliz?-escuché que gritaba Noah enfadado.
-Trabajamos todo lo que podemos para darte todo lo que tienes, pero no lo valoras.-decía una voz de mujer.
-Eres un estúpido, ¿sabes cuantos quisieran estar en tu lugar?¿cuántos quisieran disponer de todo lo que tu dispones?-ese sería su padre.
-¿No entendéis que solo quiero una familia? ¿No entendéis que quiero tener una madre y un padre como todos? ¿No veis que no quiero vuestros bienes? Solo quiero vuestro cariño.
Sonó un portazo. Fui hacia la ventana y me asomé un poco, vi como Noah se marchaba corriendo atravesando el jardín. Quería llamarle, apoyarle, darle un abrazo para que supiera que sabía su secreto y que yo estaría ahí. Intenté llamarle, no me salió voz.
-Noah.-susurré. Lo intenté de nuevo, repetí su nombre unas cuantas veces hasta que fui capaz de decirlo lo suficientemente alto para que me escuchara. Lo hizo. Se paró en seco y me miró fijamente.
-¿Faith?¿Qué ha pasado?¿Por qué…?-dejó la frase a medias. No me acordé del golpe, la adrenalina que me producía estar llamándole desde la ventana, no me permitía pensar en el dolor de mi cara y menos en si estaría guapa o no. Supongo que tendría la cara morada e hinchada.-Oh joder Faith.-lo había comprendido.- Vamos, baja. Baja o subiré yo a por ti.
-No puedo, el está abajo.
-Salta.
-Comencé a escuchar sus pasos acercándose sigilosamente, intentando no hacer ruido, pero le escuchaba, le presentía, se acercaba. Eché un último vistazo a mí habitación. Puede que sea la última vez que vuelva a esa habitación, tan desordenada con la mochila al lado de la puerta, la ropa sobre la silla y el escritorio. Tal vez nunca volviera. El manillar comenzó a bajarse poco a poco.
-¿Qué haces, Faith?-dijo abriendo un poco la puerta.
Abrí más la ventana, miré abajo un momento. Salté. Por un momento vi que todo acababa, pensé que era libre. El golpe dolió. Dolió mucho, pero no había caído en el suelo, si no encima de Noah. Él había parado el golpe.
Mi padre se asomó a la ventana.
-¡Vuelve aquí! ¿Me has oído? ¡Vuelve aquí ahora mismo si no quieres empeorar las cosas!

Noah agarró mi mano. Echamos a correr.

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