Abro los ojos y unos naranjas y blancos y otros colores más tímidos,
aparecen poco a poco, como si estuvieran recién sacados de la paleta de un
pintor optimista. Qué diferente es si comparamos con el día de ayer, una mañana
teñida de grises; pero de esos grises que no sirven para colorear la mediocre
normalidad de la rutina, sino para deprimir, para entristecer, para hacer
sufrir. Esta mañana comienza pareciendo optimista y alegre, así lo muestran los
colores y el estridente aunque soportable graznido de las gaviotas que suenan
cerca, puesto que el mar se encuentra debajo. Todas y cada una de ellas piden
ser las protagonistas de un día que no necesita nada para poder convertirse en
un hermoso día.
No recuerdo muy bien qué sucedió anoche, las imágenes se
colapsaron en mi cabeza hasta que me desmayé cuando llegamos al acantilado,
solo recuerdo una mano fuerte sujetando la mía y una voz, sí era su voz, decía
que corriera más y a la vez que preguntaba desesperado dónde podríamos
quedarnos. Y aquí estoy, en mi refugio con el leve sonido de las olas de un mar
tranquilo, que se mece todavía adormilado a las primeras luces del alba.
Todavía estaba tumbada, giré la cabeza y entonces le vi. Me
miraba sin mirar, tenía grandes socavones negros bajo sus preciosos ojos, el
pelo despeinado que la brisa movía a su antojo. Sonreí, al momento me arrepentí
de hacerlo, me dolía la cara debía de estar
hinchado y muy morado, el dolor aumento cuando puse mi mano encima para
comprobar cómo estaba el golpe.
-No lo toques-me aconsejó, volviendo en sí.
-¿Estoy muy fea?
-No, estas preciosa. Pero vaya noche me has dado…-dijo
mientras una traviesa sonrisa aparecía en la comisura de sus labios.
-¿No has dormido? Lo siento.
-Un poco, pero no te preocupes. Tenías pesadillas, gritabas
y llorabas dormida. Te intentaba calmar, pero no lo conseguía. ¿Sabes? Es la
vez que más impotente me he sentido.
-Yo…lo siento…-no sabía que decir, sonó un rugido dentro de
mi estómago salvándome así del incómodo silencio.
-¿Tienes hambre?-preguntó Noah cuando adivinó de dónde
provenía el sonido.
-Un poco.
-Quédate aquí, ahora vuelvo. Iré a la tienda del muelle.
Tras un largo rato de espera regresó con bolsas de
chucherías, refrescos, fruta, dulces, agua…
-¿Es que vamos de acampada o crees que soy una comilona?
-No, la verdad es que no sabía que te gustaba, así que traje
un poco de todo.-hubo un silencio en el cual estuvimos comiendo, tras ello,
Noah fue el primero en romper el silencio.
-¿Quieres… ya sabes… contármelo?-parecía nervioso.
-¿Mi vida..?-tuve miedo.
-Solo si quieres, nunca me has hablado mucho de ti…
-Yo tenía seis años cuando mi madre murió, era muy pequeña
por lo que no me acuerdo mucho de ella, murió… aquí, es decir, en este
acantilado.
-Joder, lo siento.
-Mi padre nunca habla de ella. Recuerdo haber vivido durante
varios años con mis abuelos, estuve durante ese tiempo sin ver a mi padre,
ellos me decían que trabajaba mucho y estaba muy lejos para poder ir hasta su
casa a verme y me decían que mi madre… que mi madre se había convertido en un
ángel más del cielo.
-¿Cuánto tiempo estuviste viviendo con ellos?
-Cuatro años, llevo desde los diez sin verlos. Mi padre
regresó a por mi y se distanció de mis abuelos, nunca me llevaba a verlos…-se
me hizo un nudo en el estómago.
-¿Cuándo comenzaste a venir aquí?
-Vivíamos cerca de aquí, el me traía de vez en cuando al
muelle y llevábamos flores a la cruz que
muestra dónde murió mi madre. Comencé a venir aquí cuando comenzó todo, cuando
volvía vivir con él en nuestra antigua
casa, me escondía aquí. Siempre solía entrar de noche en mi cuarto, entraba
borracho, me gritaba, de desnudaba, se desnudaba, me pegaba si me resistía y…
-¡Para, por favor!-me cortó Noah.-¿Cómo puedes contarlo tan
tranquila?
-He crecido con ello, ya es algo normal en mi vida.
-¿Recuerdas la dirección de tus abuelos?-preguntó.
-Sí, ¿por qué?-dije confundida.
-Mañana por la mañana iremos a la parada de bus más cercana
e iremos a verlos.
-¿Por qué?
-¿No crees que deben saberlo, que deben ayudarte? Ellos son
la única familia que te queda, ¿no? Pídeles ayuda: debes denunciar esto que te
ha estado haciendo durante todos estos años.
-No sé cómo reaccionarán cuando se lo cuente.
-Son tus abuelos, te ayudarán.
El resto del día seguimos contando anécdotas de mi vida. E
incluso Noah me contó cómo sus padres intentan comprarle con cosas materiales,
como de pequeño faltaban a su cumpleaños, pero lo intentaban solucionar con el
regalo más caro. Muchas navidades se iba a pasarlas con sus abuelos, porque sus
padres salen del país por viajes de negocios.
La verdad es que no
sé qué vida es más triste, si la suya o la mía.
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