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CRISTALES FRÍOS. PARTE VII.

El viaje hasta casa de los abuelos fue largo, muchas horas en autobús junto a Noah, en las que dormitábamos, hablábamos y jugábamos, todo ello con algunas miradas poco deseadas. No recordaba muy bien el camino, pero al pasar delante de todos esos edificios grises y tristes para después pasar a ver un paisaje más campestre en el que podías ver corretear a las liebres, a los pájaros hacer piruetas en el aire, como si de un espectáculo se tratara y pretendieran agradar al público. Tras cinco horas sentados en el autobús, llegamos a un pueblo de esos que según vas en la carretera te pasas y ni siquiera te das cuenta de que ya le has pasado. A las afueras se situaba una pequeña casa color amarillo con molduras de escayola blanca alrededor de las ventanas y los balcones, era tal y como la recordaba, con las sillitas en el porche en la que mis abuelos por las noches salían a contemplar el cielo, esas cortinas blancas con un tono amarillento de las ventanas de abajo, que aún con el paso de los años todavía no se habían cambiado, aunque el sol ya las hubiera descolorido.
Y aquí estamos, Noah y yo, frente a la puerta esperando a que alguien nos abra la puerta. Tras unos minutos de espera y de miradas de arrepentimiento, una anciana de pelo blanco y con grandes gafas abrió la puerta.
-¿Abuela?-pregunté.
-¿Faith, eres tú?-se colocó las gafas mejor, se las quitó. Me miró de abajo arriba.-¡Ay! Sí, eres tu cielo.-me dio un largo abrazo y muchos besos.
-¿Quién es él?
-Es un amigo, que me ha acompañado hasta aquí-dije algo nerviosa.
-Pasad, pasad.-nos instó.-Rick querido, mira quién ha venido a visitarnos.
-¿Fatih?
-Hola, abuelo.
-¿Qué te ha pasado?-dijo señalando mi cara, miré a Noah, el asintió. Yo no respondí.-¿Quién te lo ha hecho?-pregunto, pero con cierto miedo o eso dejaba entre ver por como lo había dicho.
-Mi… padre…
-Ay mi niña…-dijo mi abuela apenada.
-¿Ese canalla?-espetó mi abuelo con cierto resentimiento.
-No hables así de tu hijo, respétale Rick.-objetó mi abuela. Tras una breve discusión entre mis abuelos por respetar o no a su hijo, hubo un gran silencio en el que ellos se miraban de reojo y fijamente a mí, Noah a mi lado todavía de pie me miraba de una forma un tanto suplicante.
-Y…¿ha llegado a hacerte algo más hija?-dijo mi abuelo rompiendo el incómodo silencio que se había apoderado de todos.
Me derrumbé, les conté todo, tanto lo bueno, como lo malo. Toda mi vida desde que me separaron de ellos. Mi abuela lloraba.
-La historia no puede volver a repetirse.-dijo mi abuelo con cierta melancolía y los ojos completamente rojos, intentando retener las lágrimas.
-¿Cuál?- preguntó Noah.
-Es bastante larga, además sois todavía muy pequeños niños...-dijo mi abuela.
-Cassie, ya son mayores, además si la niña ya ha sufrido todo eso, ya es lo bastante madura.- la interrumpió su marido, ella asintió. Comenzó la historia:
-Tus padres eran muy felices, Patrick y Alexia se conocían desde pequeños, habían ido al colegio juntos y se habían reencontrado en la universidad, entonces comenzaron a salir, todo era como un cuento de hadas para ellos, se fueron a vivir juntos. Estuvieron dos años como novios, después tu padre vino a pedirme dinero para poder regalarle un anillo de compromiso a Alexia. A los tres años de la boda, llegaste tú, eras la felicidad completa de tu madre, pero tu padre quería un niño y nunca te cogía en brazos, ni ayudaba a tu madre a cuidarte. Siempre la culpaba de que hubieras sido una niña y no un niño.
-Pues que gilipollas.-interrumpió Noah. Mi abuela le lanzó una mirada asesina, Noah agachó la cabeza.
>>Cuando cumpliste dos años, tu madre volvió a trabajar, a tu padre no le gustaba la idea de que volviera a trabajar. Encontró trabajo rápido, era muy buena fisioterapeuta, pero a tu padre no le gustaba nada ese trabajo porque es muy celoso y ahí tenía que tocar a los hombres. Al poco tiempo se obsesionó con que estaba poniéndole los cuernos con algún cliente, ya que a veces se retrasaba, no contestaba el teléfono… siempre que llegaba a casa iba a su coche y buscaba pruebas e incluso miraba el cuenta kilómetros. Tu madre pensaba que era una simple tontería que se le había metido entre ceja y ceja, pero que ya se le pasaría. Pero la tontería fue cada vez a más, por cualquier tontería ella se llevaba una paliza, si tu padre quería algo y ella se oponía le amenazaba con hacerte daño a ti. Tu madre tuvo que dejar de trabajar y dedicarse plenamente a ti y a él.  Al año siguiente tuvo que ser hospitalizada, se había quedado embarazada de nuevo y tu padre decía que no era suyo porque ella se tomaba la píldora, le dio una paliza. Desde entonces ella se dio cuenta de que su marido se había transformado en un monstruo.
-Pero… ¿cómo murió..?-pregunté.
-La verdad es que no se sabe, apareció ahogada, todo apunta a que calló, pero la verdad es que es poco creíble, ya que ella siempre iba allí todos los días contigo.-dijo mi abuelo.
-Pero ese día ¿dónde estaba yo?
-Con nosotros.
-¿Huía?-preguntó Noah.
-Sí.-dijo mi abuelo.
-No..-dijo mi abuela con cierto miedo.
-¿Cómo dices?-dijo el abuelo.
-El niño me lo contó todo, no quería contar eso a la policía ya que le echarían más años de cárcel…
-¿Estuvo en la cárcel?-preguntó Noah-Claro, el tiempo que Faith se quedó con vosotros-se respondió el solo a su propia pregunta.
-¿A qué te refieres con eso Cassie, qué pasó?- preguntó el abuelo.
- Alexia no calló de forma accidental al agua. Rick la encontró allí, la siguió, discutió con ella porque él creía que era ahí dónde se veía con su amante. Dónde se reía de él. Ella se lo negó todo, le dijo que se fuera que quería estar sola… La dio una paliza, ella le arañó la cara y él… la empujó justo cuando ella estaba en el lado que daba al mar. Se golpeó la cabeza con una roca, acabó ahogándose.-contestó mi abuela entre lágrimas.
-¿Por qué no lo dijiste antes?¿Por qué?
-Quería proteger a mi hijo.
-Llamaré a la policía.-dijo mi abuelo, mientras cogía el teléfono.

Dejé de escuchar los gritos de mi abuela que suplicaban que no lo hiciera, toda la salita, las cortinas blancas amarillentas, el mueble de madera en el que estaba la tele, la mesa gris en la que estaban las fotos de la familia, las estanterías con los libros y las figuritas… todo se movía a mi alrededor, todo estaba borroso. Tampoco sentí cuando Noah a mi lado me sujetaba la cabeza y decía, no te vayas. Tampoco sentí cuando en un descuido de mis abuelos, el posó sus suaves labios en los míos, tampoco escuché ese primer "te quiero" que me susurró al oído…

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