Fue en ese preciso instante en el que sus narices chocaron,
ambos sentían la respiración agitada del otro, el aliento del uno chocando en
la boca del otro y viceversa. Entonces ambos cerraron sus ojos, mientras sus
bocas se aproximaban poco a poco, hasta que se besaron. Fue el inicio del caos
más bonito que jamás había existido en el universo. Al menos eso fue lo que
pensaron ellos.
Se creían únicos, perfectos. Al menos eso era lo que
enseñaban al mundo. A él solo le bastaron unas pocas palabras de ella para
rendirse a sus pies: <<Te lo quitaré todo: tus miedos, tu falta de amor y
sobre todo la ropa…>>. No bastaron más palabras para que ese pobre idiota
sin más dilaciones dejara su mundo en manos de ella. Él era la marioneta, ella
pasó a mover los hilos.
Cruel destino el que les acechaba, quién le diría que sería
otro quién ocupara su lugar en la cama; pero la marioneta estaba ciega,
solamente veía lo que ella su titiritera
le permitía, no servían de nada los consejos, no servían de nada las
verdades que le contaban. El estaba ciego sin ser invidente, su amor por ella
le cegaba sin darse cuenta. Para él, ella era perfecta aún cuando se despertaba
sin maquillaje y despeinada, aún cuando se enfadaba, aún cuando discutían, aún
cuando se odiaban.
Ella era ese caos que se había instalado en su vida, ella
era ese desorden que se había apoderado de su inmaculado orden para destruirlo
poco a poco. Ella era de blanco, el era de negro; de dónde salían grises cuando
de vez en cuando se ponían de acuerdo en algo. Ella era de hoy, el era de ayer.
Ella era el gélido frío que se apodera de todo en invierno, él era ese cálido
aire que te envuelve en un día de primavera cualquiera. Ella era de películas,
el más de libros.
Él tan falto de cariño como estaba, no se daba cuenta de a
quién se entregaba. Cómo un caos inundaría su vida para ponerla patas arriba.
Para destrozarle, humillarle. Esa falta de amor, le llevó a convertirse en un
triste objeto, en una marioneta sin sueños propios, una marioneta inerte que
solo era movida por una hilos que creía que le daban la vida.
Hasta que un día, más tarde que pronto, alguien cortó esos
hilos y quedó libre de ataduras. Se calló esa venda que llaman "amor"
y comenzó a darse cuenta del caos que se había instalado en su vida. Decidió
ordenar todo tal y como estaba, echando a algunas personas de su lado y
volviendo a estar en la más triste y oscura soledad. Su pulcro mundo volvía a
girar en torno a él.
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