Ir al contenido principal

Con prisas.

Todo en nosotros son prisas, nos despertamos y rápidamente nos preparamos de cualquier forma para llegar a clase o al trabajo... de camino tratamos de ir deprisa y cuando por algún momento eso no se puede, nos frustra.
Cuando más bien tarde que pronto llegamos, queremos que nuestra jornada pase rápida, para poder hacer lo que nos gusta o simplemente no hacer nada. Y para volver a casa, pues con más prisas todavía.
Estamos convirtiéndonos en unos controladores del tiempo que nunca quieren agotarlo y por eso mismo quieren hacer todo en menos tiempo. Pero este pasa, aun sin que nos demos cuenta tanto para bien, como para mal y nosotros con nuestra estúpida prisa pasamos por desapercibido el más pequeño y mágico de los detalles que podemos tener en nuestra vida cotidiana. ¿Cuánto tiempo hace que no te paras a contemplar una puesta de sol? ¿Has salido a ver el cielo una noche cualquiera? ¿Te has parado a pensar en el poco tiempo que dedicas a los tuyos? ¿Hace cuanto tiempo no te paras para relajarte y hacer algo que te guste?
Tal vez mucho o poco, quién sabe, pero por lo general ya poca gente es la que lo hace, todos tenemos prisas para todo; incluso para el amor. La gente ya no se toma tiempo en enamorar a otra persona, la gente ya no tiene esos pequeños detalles que de alguna forma marcan la diferencia.
Las personas tienen prisas para todo, algunos tienen tantas ansias por vivir tantas y tan diferentes experiencias, que no se dan cuenta de que no hace falta gastar todos los cartuchos de golpe. Aunque es cierto que la vida es corta y en algunos casos demasiado, pero no por ello debemos precipitar las cosas, es preciso dejas las cosas fluir y que todo pase a su debido tiempo, con calma.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Las cosas que nunca te dije.

Hoy vengo a decirte aquellas cosas que nunca te dije, tal vez no lo hice por miedo o tal vez por vergüenza, quien sabe. Hay tantas cosas que no llegamos a hacer. Tal vez debería haberte dicho más veces que te apoyaba en esas decisiones tan locas y repentinas que tomabas sin ton ni son y que al rato volvías a cambiar de opinión. Tal vez debería haberte dicho que te quería, o que te quiero, que tuvieses más cuidado con lo que hacías, porque en algún momento la cosa acabaría mal. Debería de haber dejado que te fueras a la primera de cambio, debería haberme ido cuando todo comenzó a hundirse. Tal vez debería haberte dicho que tenía una fe ciega en ti, puede que no te hubieras dado cuenta, porque tú eres tan tuyo que no prestas atención al resto, que no te fijas en los pequeños detalles que se convierten en únicos. Tal vez debería haberte dicho que no te quería para que te fueras. Debería haberte dicho que odiaba esas manías tuyas, esos chistes sin sentido y que nunca venían a cuento.

El contexto.

Y  a veces no nos enamoramos de una persona en sí; si no de un contexto, de las circunstancias. De que esa persona aparezca justo en el momento en el que debemos ser salvados. Justo cuando estamos al borde del precipicio, con un pie fuera y otro dentro, a punto de caer al vacío, de perderte. Entonces esa persona llega a tu vida, con una simple sonrisa y te hace pensarte mejor las cosas. Hace todo lo que esté en su mano para poder ayudarte, para que seas tú realmente, porque esa persona quiere conocerte en todas las situaciones de tu vida, de tu día a día: feliz, riendo, bailando cuando crees que nadie te ve, cantando como una loca, tu cara cuando te da besos en el cuello, tu cara de tonta al mirarle, tu risa de niña pequeña cuando te hace cosquillas, como te maquillas (aunque te diga que estás mejor sin maquillaje), lo tranquila que estas mientras duermes y lo mala cuando te enfadas, como te pasas media hora en la ducha bajo el grifo con los ojos cerrados pensando en tus cosas, lo fea

LA VENGANZA ESTÁ ECHADA. Capítulo 2.

El día pasaba muy lento, cada pocos minutos miraba el reloj y  las clases se me hacían eternas, los minutos se dejaban caer como de un cuentagotas menos mal que a última no hay profesor y me podré ir antes a mi casa. -¿Qué tal llevas tu primer día como chica diferente?-dijo Paula mientras me abrazaba por la espalda mientras íbamos por el pasillo. -Bueno, no está mal, los profesores me miran como si fuera un alíen, y además más de uno me ha estado soltando una charla, de cómo he cambiado físicamente y de que este gran cambio en mi, puede suponer bajar mi media, pero bien.-dije riéndome. -¿Tienes hambre? Porque yo me muero, mi estómago ruge, literalmente-dijo y comenzó a reírse con esa risa de loca tan contagiosa- He tenido ahora entrenamiento, estamos ensayando mucho, a lo mejor nos presentamos a un "concurso"-dijo Paula mientras nos  encaminamos hacia el comedor, nos quedaban otras tres pesadas horas de clase por delante, para que este  precioso día de instituto acaba